miércoles, 1 de agosto de 2012

Los mellizos de Estella

Tribuna libre

diariodejerez.es

Lorenzo Almagro | Actualizado 01.08.2012 - 09:18

Aestas alturas del año no sé si probaré las sandías de Los Mellizos porque aún no me he llegado a su parcela, donde pasan la mayor parte del tiempo; haga frío, calor, llueva o ventee.

Y es que estos dos hermanos, "Los Mellizos de Estella", como ellos así se hacen llamar porque fueron los primeros mellizos que nacieron en este pueblo, le tienen un amor y apego a la tierra que trabajan que nos es habitual en cualquier otro agricultor, y por eso, le salen estas sandías tan grandes y dulces que ellos te despachan arrancándolas de la mata. Y la leche de sus vacas, fruto del cuidado continuo y el esmero de Antonio y Emilio con estos animales. Para ellos la parcela es lo primero, le dedican todos los días del año sin excepción, y no dudan en abandonar cualquier celebración o acontecimiento festivo porque les esperan en la parcela su cosecha y sus vacunos.

Es un amor inculcado desde pequeños por sus padres, Charo y Miguel, "Los del Ocho". Desde muy niño se les veía ir muy temprano con su padre en el carro o en los serones del mulo hacia el tajo, y allí pasaban prácticamente todo el día aprendiendo todas las faenas del campo. Terminaron la enseñanza primaria, supongo que corretearon con los niños de sus edades, y merodearon por las calles del pueblo de adolescentes, pero sin dejar por un momento la parcela. No se quejan ni tienen ningún tipo de resentimiento por llevar esta vida, acaso todo lo contrario, se les ve felices en su trabajo cuidando a unas vacas que están bien alimentadas, bien aseadas, y con espacio grande para andar o correr. Así como unas gallinas que deambulan por donde quieren y remueven la paja con sus patas de palitroque amarillento. Son ingenieros agrónomos en sus quehaceres diarios, porque cuando finalizó su estancia en el colegio, sus padres ya les habían instruido y planeado un futuro común en el digno y honorable oficio como agricultores y pequeños ganaderos. Y en verano, que disponen de unas sandías que han criado con aplicación durante meses y que ahora éstas, les recompensan con una escarlata carnosa, dulce y fresca que guardan celosamente bajo su manto verdoso.

Emilio y Antonio, o Antonio y Emilio, que después de tantos años conociéndoles aún no sé quién es uno y quién es otro, son dos hermanos unidos visceralmente por la consanguinidad; hablan a veces al unísono con un timbre de voz frenado a su paso por la glotis, que les hacen inconfundibles en su verbo, así como sus formas de andar, de gesticular, de mirar o de reír; son como siameses que hubieran sido separados de pequeños, pero que siguen unidos vigorosamente por un lazo invisible. Dos hermanos nobles y sanos como la misma naturaleza en la que se desenvuelven.

Para mí es un honor conversar con ellos, y para el pueblo donde viven; un privilegio contar con dos vecinos tan originales, tan sencillos, y con tanto apego a un trabajo desvirtuado por algunos ignorantes, pero que a ellos esta forma de ganarse la vida tan honradamente, les da una gran catadura moral. Son, "Los Mellizos de Estella".

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